William Turner nació el 23 de abril de 1775. Es uno de los artistas más importantes de Inglaterra, y fue admitido en la Royal Academy en 1789. Además de sus estudios, se formó con el acuarelista Thomas Malton. En 1790, participó por primera vez en una exposición de la Royal Academy con sus acuarelas, y seis años después presentó su primer óleo.
Después de una serie de viajes que lo llevaron a Escocia, Suiza y Francia, abrió su propia galería en 1804, donde vendía sus obras. En 1807, recibió una cátedra en la Royal Academy y comenzó a trabajar en el Liber Studiorum, un catálogo en el que clasificaba la pintura según criterios específicos. Su viaje a Italia entre 1819 y 1820, especialmente su estancia en Roma, provocó un cambio en su estilo, alejándose progresivamente del realismo. Este giro generó críticas severas, y algunas de sus últimas obras no fueron exhibidas en la Royal Academy debido a la disolución de la representación figurativa.
Turner es considerado pionero de la pintura moderna, ya que revolucionó la representación tradicional del paisaje y redefinió las posibilidades de la luz y la atmósfera en el arte. Sus últimas obras, donde prácticamente elimina el objeto, muestran su innovador manejo del color y la forma. Pinturas célebres como El barco esclavo o Lluvia, vapor y velocidad demuestran su habilidad para capturar el movimiento, los reflejos de luz y las dramáticas condiciones atmosféricas. Esta técnica casi impresionista lo convirtió en una fuente de inspiración para artistas posteriores como Claude Monet y otros representantes del impresionismo.
A lo largo de su vida, Turner viajó varias veces al sur de Europa, especialmente a Venecia, que lo cautivó con sus colores sublimados, inspirando varias de sus obras. El artista falleció el 19 de diciembre de 1851 en Chelsea, Londres.
Aunque durante su vida fue tanto admirado como fuertemente criticado, su influencia en la historia del arte es indiscutible. Hoy en día, sus obras se encuentran en los museos más importantes del mundo. Los audaces experimentos cromáticos de Turner y su forma de representación casi abstracta estaban muy por delante de su tiempo, lo que cimentó su reputación como uno de los más grandes pintores del Romanticismo. Su capacidad para capturar las fuerzas de la naturaleza y las atmósferas en juegos espectaculares de luz lo convierte en uno de los artistas más fascinantes de la historia del arte.