Sandro Botticelli ( * 1445 † 1510 )

Botticelli, el pintor que hacía soñar a Florencia

 

Un día, mientras pintaba El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli le habría dicho a un joven aprendiz que "el viento debía ser suave como un suspiro de amor". Esa sensibilidad poética, típica de la Florencia humanista del siglo XV, se refleja en cada uno de sus trazos. Nunca se trataba solo de pintar, sino de evocar una emoción, un ideal, un mundo suspendido entre mito y realidad. Maestro de la belleza idealizada, Botticelli no se conformaba con representar rostros: contaba sueños y daba forma a lo invisible. Su universo, a la vez refinado y misterioso, sigue fascinando desde hace más de cinco siglos.

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Alessandro di Mariano Filipepi, conocido como Sandro Botticelli, nació en Florencia el 1 de marzo de 1445. Su apodo "Botticelli" probablemente proviene del sobrenombre de su hermano Giovanni. Comenzó formándose como orfebre antes de dedicarse a la pintura. Hacia 1465, entró en el taller de Fra Filippo Lippi, cuyo estilo delicado marcó profundamente su obra. Más tarde, también pudo haber trabajado en el taller de Andrea del Verrocchio, donde quizá coincidió con artistas como Leonardo da Vinci. Sandro Botticelli en Florencia encarna el surgimiento de un genio influenciado por los grandes maestros de su época.

A principios de los años 1470, Botticelli abrió su propio taller en Florencia y pronto se consolidó como un pintor muy solicitado. Mantuvo estrechos vínculos con la familia Medici, que lo apoyó activamente. Para Lorenzo di Pierfrancesco de’ Medici creó sus obras más célebres: La Primavera (1478) y El nacimiento de Venus (1482–1486). Estos cuadros, que combinan mitología clásica, armonía formal y pensamiento humanista, se cuentan entre los más emblemáticos del Renacimiento. Las obras maestras mitológicas de Botticelli simbolizan el esplendor artístico de la Florencia del siglo XV.

Además de temas mitológicos, Botticelli también destacó en el arte religioso. Entre 1481 y 1482 trabajó en Roma, en la Capilla Sixtina, donde realizó varios frescos. Estas composiciones monumentales demuestran su dominio de escenas complejas, llenas de figuras integradas en una narrativa fluida y poderosa. Botticelli en la Capilla Sixtina marca una etapa clave en su reconocimiento nacional.

Sin embargo, en la década de 1490, su estilo evolucionó bajo la influencia del monje dominico Savonarola, cuyos sermones apasionados inspiraron en el pintor una imaginería más austera y espiritual. Tras la caída de Savonarola en 1498, la fama de Botticelli comenzó a declinar. Mientras Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael imponían nuevos cánones, su arte se consideraba anticuado. El giro espiritual de Botticelli refleja las tensiones religiosas y culturales del final del Renacimiento florentino.

Botticelli murió en 1510 en Florencia, pobre y casi olvidado. No fue hasta el siglo XIX que su obra fue redescubierta y celebrada como una joya del primer Renacimiento italiano. Hoy en día, se le considera uno de los grandes pintores del Renacimiento italiano, admirado por la delicadeza de sus líneas, la gracia de sus figuras y la atmósfera poética de sus obras.

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