Edvard Munch nació el 12 de diciembre de 1863 en Løten, Noruega. Desde joven, su vida estuvo marcada por tragedias, especialmente por la temprana muerte de su madre y su hermana. Estas experiencias lo afectaron profundamente y lo llevaron a una intensa reflexión sobre temas existenciales como la soledad, el amor y la muerte. En sus obras, ofrece una visión cruda del alma humana y desarrolló un simbolismo único que se considera precursor del expresionismo. Su arte no solo era una representación visual, sino un medio para hacer tangibles los sentimientos más profundos del ser humano.
Los viajes de Munch a Francia y Alemania jugaron un papel crucial en su desarrollo artístico. En Alemania, se movió en círculos intelectuales y retrató a personalidades destacadas como Friedrich Nietzsche. Su primera exposición en Berlín en 1892 causó un escándalo: se cerró después de solo siete días, pero este incidente lo hizo famoso de inmediato. Munch comenzó a experimentar con diversas técnicas de impresión y creó en Berlín sus primeras xilografías y litografías. En París, realizó sus primeros grabados en madera, así como carteles e ilustraciones, lo que profundizó su expresión artística.
Su obra más famosa, "El grito" (1893), se convirtió en el símbolo del miedo existencial del hombre moderno. Las formas distorsionadas y los colores expresivos reflejan la lucha interna de Munch y convierten la imagen en una de las más icónicas de la historia del arte. Además de la pintura, también fue extremadamente productivo como grabador y creó una impresionante obra gráfica. Su estilo artístico siempre fue inconfundible: emociones crudas, líneas dinámicas y un profundo simbolismo caracterizaron sus imágenes. Sus trabajos influyeron en numerosos artistas y contribuyeron de manera decisiva al desarrollo del expresionismo.
Después de años de trabajo incansable, Munch regresó definitivamente a Noruega en 1909. Allí se dedicó a obras monumentales como "El sol" o "Alma Mater", que fueron creadas como murales para el aula de la Universidad de Oslo. A pesar de su fama, vivió de manera retirada y llevó una vida espartana en su finca en Ekely, donde permaneció productivo hasta que una grave enfermedad ocular le afectó. Para él, la pintura seguía siendo un medio esencial para procesar sus sentimientos y comprender el mundo que lo rodeaba.
Edvard Munch falleció el 23 de enero de 1944 en Oslo. Sus obras, que están marcadas por profundas emociones y miedos existenciales, han inspirado a generaciones de artistas y se cuentan entre las más importantes de la modernidad.